En los noventa, El Castillo era un hervidero donde los paramilitares buscaban a sangre y fuego todo lo que oliera a Unión Patriótica o izquierda en el Ariari, sur del Meta. Su alcalde, Wilmar Roa, cuyo padre también fue asesinado en esa persecución despiadada, dice que por lo menos unas cinco masacres terminaron por volver en infierno un remanso de tranquilidad.
Hada Luz García Méndez, una niña que a comienzos de la década y con solo ochos años ya era desplazada por la violencia, tendría que vivir una de las historia más dramáticas de aquella guerra que se había apoderado de El Castillo. Ese conflicto le impidió disfrutar de su familia y sus cuatro hermanas. Ella es hija de María Mercedes Méndez, exalcaldesa de El Castillo asesinada en junio de 1992 en una de las masacres de Caño Sibao y de José Rodrigo García, un diputado del Meta acribillado apenas cinco meses después en Villavicencio, durante la persecución a la UP.
Hoy tiene recuerdos fragmentados que ha unido en fotos mentales que se han convertido en una pequeña película. A sus 30 años ha podido ver a su mamá en varias dimensiones: como madre, ama de casa y alcaldesa; y comprende lo valientes que fueron sus padres. “La recuerdo cuando regresaba del trabajo y jugábamos con ella pintándole la cara y cuando hablaba en la plaza rodeada de muchas personas que la querían. Pero no olvido tampoco cuando nos tirábamos al piso por las balaceras que se formaban en el pueblo. A media noche nos sacaban y amanecíamos en otra parte”, dice esta mujer, hoy dedicada a la psicología.
Pocos como ella y su familia sufrieron la violencia de una forma tan dramática. La mejor amiga de María Mercedes terminó de criarlas y por muchos años tuvieron que guardar silencio, mientras crecían.
Lejos del Meta trataron de llevar ‘una vida normal’, pero a pesar de que en cada entierro se escuchaban los gritos “¡Cómo no, sí señor, el Gobierno los mató!” y se sentía rabia hacia el Estado como responsable, prefirieron pasar esa página. Hada Luz entendió las dinámicas de la guerra, desenredó lo ocurrido con sus padres y comprendió que fueron parte del exterminio a una ideología. En el 2004, habían pasado 12 años y terminaba su carrera universitaria, hizo de su tesis un ejercicio de autorreflexión sobre lo ocurrido con los hijos sobrevivientes de la UP, pero se dio cuenta de que no conocía a ninguno.“
“Leí mucho y con la integración del Movimiento de hijos por la memoria y contra la impunidad pude intercambiar experiencias y tener una noción de país. Ahora me imagino a una Colombia en paz donde todos tengan las mismas oportunidades de desarrollarse y tener lo que le pertenece, por ejemplo en el caso de las tierras”, dice Hada Luz.
Convertida ahora en madre, esta sobreviviente desea para sus hijos un país en donde quepan todas las ideas, sin temor a expresarlas. Piensa en la noción de perdonar, pero ahora le parece confuso. Tras el drama vivido por el asesinato de sus padres y el desplazamiento, Hada Luz decidió explorar la mente humana y a través de la piscología brinda apoyo a quienes como ella han sido impactados por la violencia. Junto con otros psicólogos creó el Colectivo Piscosocial Colombiano (Copsico), en el cual funge como representante legal.
“Para perdonar se necesita saber a quién vas a perdonar y hasta ahora muchas víctimas desconocemos quiénes fueron los victimarios. En la violencia política hay unos autores materiales y otros intelectuales pero estos nunca se identifican. Sin embargo en el plano interior uno debe llevar un proceso de perdón más allá de conocer a los responsables y cuyo objetivo es recomponerse emocionalmente y de sanación espiritual”, opina.
“La paz no es la que se firme en La Habana, pero es importante tener fe, creer que la vida se puede transformar y que ese cambio viene desde nosotros mismos y puede mover a otros a cambiar”, puntualizó.
Por: Jhon Moreno / Especial Periódico del Meta